domingo, 25 de abril de 2010

¿Adiós a Dios?

La expectación creada por el gran colisionador de hadrones y, sobre todo, por el éxito de recreación de un micro "big bang" que permita responder a las numerosas preguntas existentes sobre el origen del universo, han hecho que se vuelva a poner a la orden del día la antigua polémica entre religión y ciencia.

Desde que el ser humano adquirió conciencia de sí mismo, sintió la necesidad de explicar su propia existencia. Qué es, de dónde viene y a dónde va son las eternas preguntas que el hombre se lleva haciendo desde que se reconoció a sí mismo al ver su reflejo. A partir de ahí, las explicaciones comenzaron a desarrollarse desde un punto de vista religioso: así, desde los truenos, hasta la lluvia, pasando por las enfermedades, todo tenía su origen en la voluntad de uno o varios seres superiores que gobernaban la vida más o menos según su voluntad.

A medida que la tecnología y el conocimiento avanzan, la ciencia ha ido comiéndole el terreno a la religión en no pocos ámbitos, y de este modo hoy día pocas personas pueden defender con éxito que fenómenos naturales como un tornado, o males como una neumonía puedan tener un origen divino. Con el experimento del LHC los científicos pretenden explicar cómo se creó el universo y cuál es el origen y naturaleza de la materia que compone el mismo. Si lo logran, muchos piensan que se habrá conseguido arrebatarle a Dios (o a los dioses) la autoría del universo o, al menos, una gran parte de la obra, dando por zanjada (o casi) la problemática de la existencia de un ser superior creador de todo.

Ahora bien, ¿llegará el ser humano a reducir la parcela de la religión hasta tal punto que pueda afirmarse que no existe ningún dios? Está claro que, por mucho que haya avanzado la ciencia y el conocimiento, aún quedan muchas preguntas que sólo pueden recibir respuesta desde otros ámbitos. El más importante de todos ellos, el sentido de la vida y, por extensión, de la muerte. ¿Para qué vivir? ¿Qué significa la muerte? Si sólo estamos en este mundo para nacer, crecer, reproducirnos y morir, ¿para qué la capacidad de razonar, esa inteligencia tan superior? Bien podríamos ser una raza animal más como cualquier otra.

Esas cuestiones aún no pueden ser resueltas por la ciencia. La pregunta que más angustia al ser humano desde que pisó este mundo, si hay algo tras la muerte, sólo puede ser contestada por la religión o la filosofía. Quizás algún día el hombre pueda desvelar el secreto, y entonces descubriremos quién está al final del túnel. ¿Habrá un ser superior que nos reciba, nos coronaremos a nosotros mismos como dioses, o no habrá nada?

Aunque, pensándolo bien, quizás son incógnitas que es mejor no despejar. El misterio del más allá, la esperanza de una vida eterna y feliz o la convicción de que que no hay realmente nada es lo que hace que el ser humano se supere y viva de acuerdo con unos principios morales base de la sociedad. Quizás eso a lo que nos agarramos con tanta fe - o con ausencia de ella - sea realmente lo que da verdadero sentido a la vida de cada uno.