lunes, 14 de diciembre de 2009

De rosas y espinas.

Me voy a poner serio por una vez. Lo que vi por televisión el viernes pasado me resultó tan triste que me resulta imposible bromear con ello; ni siquiera me veo capaz de contarlo con un mínimo de ironía. Mientras se actualizaba mi Debian Squeeze - pedazo de actualización - me puse a hacer zapping en la tele. Como suponía, no había nada interesante, pero llegué a Antena 3 y lo que emitían me llamó la atención, así que me detuve unos minutos y puse toda mi atención en lo que sucedía.

El programa en cuestión era DEC, y su gallinero de tertulianos estaba revolucionado, al parecer, a consecuencia de un vídeo en el que, supuestamente, aparecía Ángel Cristo maltratando de pensamiento, palabra, obra y omisión a su actual pareja. El vídeo no llegué a verlo, pero supongo que tampoco es que importe mucho porque, por lo visto, lo que yo o cualquier otra persona - incluido un juez - dijera no podría absolver al domador ya acusado, juzgado y condenado sin posibilidad de recurso en juicio sumarísimo por la ilustrísima corte de porteras.

Una vez leída la sentencia en audiencia pública, entra en directo una llamada de la actual pareja del condenado. El presentador del programa le concede la última palabra pero sólo a ella, dejando claro que no va a permitir que hable el destinatario de la furia colectiva. Durante las apenas seis palabras consecutivas que consigue decir sin que la interrumpan y la critiquen - pues sorprendentemente defiende al condenado -, el presentador mantiene una risita condescendiente y queda patente que lo que le está entrando por un oído le está saliendo inmediatamente por el otro.

Este homenaje a la democracia, al Estado de Derecho y a los derechos humanos - se pasaron por el arco del triunfo, como es costumbre, los artículos 10 y 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos - resulta especialmente deplorable después de lo sucedido en Tenerife y en Sevilla. El cuarto poder tuvo que admitir a regañadientes su parte de culpa después de intentar por todos los medios cargarle el muerto a los médicos, a la policía, a la crisis y al chachachá. Todos pensamos inocentemente que por fin se había aprendido algo, pero el hediondo inframundo de la prensa rosa se ha empeñado en denigrar la profesión periodística cueste lo que cueste. No permitas que la verdad te estropee una noticia, y si para ello has de hacer de fiscal, juez y verdugo, y arruinar cuantas vidas se te pongan por delante, no dudes en hacerlo.

La sabiduría popular, hija de la experiencia, dice que quien a hierro mata, a hierro muere. Eso ya debería dar que pensar a esa gente a la que tanto le gusta la desgracia ajena. Yo, por mi parte, me permito recordarles el famoso poema de Martin Niemöller:

"Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,

porque yo no era comunista
,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata,


Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista,


Cuando vinieron a llevarse a los judíos,

no protesté,

porque yo no era judío,


Cuando vinieron a buscarme,

no había nadie más que pudiera protestar
".


Y, para terminar, una recomendación de fácil cumplimiento: señores de DEC, el diccionario no es tóxico. Hagan un favor a la humanidad y no nos vuelvan a provocar cortes de digestión con su cruel ortografía. Desde luego, esa noche consiguieron coronarse:


Como diría don Fernando Fernán Gómez, ilustre miembro de la Real Academia de la Lengua: "Váyanse ustedes a la mierda".

martes, 24 de noviembre de 2009

Los problemas de jugar con fuego.

El pasado día 18 de noviembre, navegando por ahí, me encuentro con una noticia curiosa en la web de Antena 3 noticias, que capturo para que se vea siempre aunque algún día la quiten. Trata de un joven francés que tenía planeado provocar una matanza en su escuela, tragedia que afortunadamente se evitó gracias al aviso que sus padres dieron a la policía. Hasta aquí, nada que no sea el pan nuestro de cada día, que tan alegremente los periodistas de nuestro país nos sirven en el desayuno, la comida y la cena. Cierto es que mejor hubiera sido que nos lo hubieran acompañado, como es costumbre, con el típico tomate o con higaditos encebollados, pero sabido es que los gabachos son unos estirados y unos antipáticos que no nos tragan, y decidieron dejarnos ese día sin nuestra ración de morbo. Asco de Europa.

Sin embargo, hay una frase al final de la noticia que cambia la cosa. Sin duda alguna, es el aceite de oliva virgen que, a Dios ponemos por testigo, nunca permitirá que un español se meta un mendrugo seco en la boca: "[...] sus padres le califican como un adicto a los videojuegos" (así, en negrita). Pues claro. Y es que, lo que parece un tópico sacado del manual del perfecto periodista amarillo, es, muy al contrario, la lógica explicación; la luz que disipa las tinieblas del caso; una verdad tan indiscutible como que pienso, luego existo. Porque nadie en su sano juicio duda que la juventud violenta y desalmada tiene su origen en el botellón, el P2P y los videojuegos.

Desde pequeño he vivido de cerca los ordenadores y sus juegos. Desde el Amstrad CPC hasta mi portátil, pasando por mi PlayStation 2, muchas máquinas recuerdan el infernal proceso que me transformó en el ser oscuro que soy hoy: corté cabezas a porrillo en Barbarian; fui francotirador en Prohibition; exterminé nazis sin compasión en Wolfenstein 3D; crecí siendo un matón callejero en Double Dragon, en Street Fighter II, en World Heroes y World Heroes 2; me cargué a todo bicho viviente en Doom, Doom II y Duke Nukem 3D; me convertí en el terror de la carretera en Carmageddon; e incluso aplasté cabezas y abrasé inocentes tortuguitas con bolas de fuego en Super Mario Bros.

Y por ello soy un monstruo; un antisocial que trabaja, con catorce puntos en el carné de conducir, que tortura a los amigos con cervezas y consejos, que contribuye a la deforestación del planeta comprando libros y que no soporta nada que tenga que ver con la prensa rosa.

Ha llegado la hora de cambiar. La consola - esa caja de Pandora, ese acceso directo al noveno círculo del infierno - desde hoy va a quedar apagada para siempre. Desde este momento volveré a las antiguas costumbres de nuestros ancestros, a las aficiones de esa edad de oro en la que los hombres se quitaban el sombrero para saludarse y las mujeres soñaban con casarse y ser mamás. Mi mente sanará con juegos relegados al olvido por el diabólico silicio y que, no cabe duda, formaron la inocente personalidad de grandes prohombres que la humanidad ni olvida ni olvidará jamás. Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Pol Pot... menos mal que no sufrieron la malvada influencia del joystick.

domingo, 15 de noviembre de 2009

"La ciudad del diablo", de Ángela Vallvey.

Sorprende que una escritora de la talla de Ángela Vallvey, "ninguna primeriza en el ámbito de las letras", como ella misma reseña en su página web, y con un premio Nadal y una final del premio Planeta en su haber, haya podido dar a luz a algo tan decepcionante como "La ciudad del diablo". Definitivamente no debe de ser su mejor libro, y es una lástima que haya sido lo primero que he leído de ella, porque por su culpa pensaré más de lo debido darle otra oportunidad en el futuro.

Y eso que la historia no pinta mal en principio: en el ficticio pueblo toledano de San Esteban aparece el cadáver de una conocida vecina. La conmoción que provoca la causa violenta de su muerte, y el inquietante momento político en el que se produce, con Franco agonizando, hace que los habitantes del pequeño municipio vivan los últimos días de la dictadura en la frontera entre la tensión de viejos secretos familiares y la angustia de un incierto futuro.

El problema reside en que la autora no ha acertado en la forma de contarlo, y el libro muere en sus primeras páginas. La historia no ofrece emoción en ningún momento, y pronto el lector se da cuenta de que todo no es más que una excusa para encasquetar una crónica sobre los últimos días de Franco. Tanto es así que lo que en principio parece sólo el contexto histórico de la novela acaba creciendo como un tumor maligno y finalmente se lo come todo, haciéndose omnipresente, y relegando a lo que se suponía la historia principal a la esquina en la que menos estorba.

Los personajes, además, tampoco es que hagan mucho por darle lustre al libro; son muy difíciles de digerir. Dos protagonistas principales: Don Alberto, un cura joven recién llegado y renovador, y Ricardo, un monaguillo de diez años y de una madurez impropia para su edad, son acompañados por un puñado de figuras absolutamente intrascendentes. Sólo destacan el abuelo de Ricardo, un poco creíble señorito rico, rojo hasta la médula, que se hace constantemente el gracioso amigo guay y que no duda en hablarle abiertamente de putas a su nieto; y quienes finalmente son responsables de la muerte violenta (lógicamente, no puedo dar más datos).

El estilo, por otro lado, no me parece tampoco afortunado. La narración de lo que acontece en el pueblo toledano está plagada de situaciones y conversaciones triviales, de difícil encaje, que no aportan nada al desarrollo del relato y que, como ya he dicho, no son más que pequeños y aburridos entremeses dentro del verdadero objetivo del libro: la crónica de la agonía del caudillo. Además, el texto presenta una sobrecarga de símiles que caen sobre la mente del lector como una bomba de racimo; prácticamente cada párrafo describe una situación, persona o cosa, y todo es como algo. La obsesión llega a tal punto que se acaba recurriendo a comparaciones tan malas como a que aparece en la página 154 de mi ejemplar:

"Sus ojos estaban puestos en el Mas Allá, y seguramente no entendía demasiado de la cosas del mundo al igual que un esclavo judío de la antigüedad no comprendía la política egipcia".

En definitiva, "La ciudad del diablo" me parece un libro insulso y aburrido, quizás sólo para incondicionales de su autora. Quienes busquen una interesante novela negra, con una trama inquietante y un brillante final que sorprenda se sentirán profundamente decepcionados ya que, sin comerlo ni beberlo, se verán envueltos en una clase de historia de España que, de haberla querido, mejor hubiera sido recurrir a otros géneros literarios. Si Ángela Vallvey quería dar su versión de los últimos días del dictador, quizás debería haberse atrevido con un ensayo, y así no habría condenado al fracaso a un relato que acaba tocando fondo con el espantoso ridículo que, al final, acaban haciendo Don Alberto y Ricardo. Sherlock Holmes y Watson, como ellos mismos se definen, quedan muy lejos del papel de los dos protagonistas, y más bien son los entrañables Mortadelo y Filemón quienes mejor representan la esencia del joven cura y su monaguillo.

martes, 20 de octubre de 2009

"La ladrona de libros", de Markus Zusak

Aunque confieso que, al principio, no me entusiasmó mucho comenzar el libro (uff... Segunda Guerra Mundial otra vez) bastaron sin embargo veinte páginas para darme cuenta de que no era un libro más. Después de leer la última página, puedo asegurar que es uno de los mejores libros que he leído en los últimos años.

"La ladrona de libros" es una historia muy triste, pero preciosa, donde la Muerte cuenta la vida de la pequeña Liesel Meminger, una niña traumatizada por el fallecimiento de su hermano y que, tras ser separada de sus padres, es dada en adopción a los Hubermann, una humilde familia de un barrio obrero del pueblo alemán de Molching.

Junto a sus padres adoptivos, su amigo Rudy, el judío Max y el resto de pintorescos vecinos, Liesel experimentará la pasión por la lectura, el amor, la amistad, el miedo y la amargura de la muerte. Y todo ello con el régimen Nazi y la Segunda Guerra Mundial de fondo que, sin embargo, apenas se hacen notar y solamente se limitan a pintar el contexto histórico de la historia, silenciosamente y sin molestar al lector.

En este libro, Markus Zusak ha sabido crear una gran historia, magistralmente escrita, con unos personajes tan creíbles y bien definidos que da la sensación de estar compartiendo con ellos la comida.

lunes, 19 de octubre de 2009

Bebé "a borto".

Seguimos con la crispación política y social; una guerra por el poder que parece no tener fin, en la que la cochambrosa clase política no muestra pudor alguno en utilizar toda clase de puñaladas traperas ni escudos humanos, sin importar cuántas de sus respectivas marionetas quedan en el camino. Todo sea por el sillón presidencial. Qué tiempos aquéllos en los que aún se pensaba que era el pueblo el que elegía a sus gobernantes. Nos queda aún mucho por aprender en esto de la democracia, y a las pruebas me remito. No consigo comprender que aún se discuta sobre si ganará el PSOE o el PP las próximas elecciones generales, cuando cada día estamos viendo lo que se esconde bajo la careta de cada uno de ellos.

La última polémica, que no será la última, hace referencia a la reforma de la Ley del Aborto. La derecha más recalcitrante y reaccionaria, con la bendición de la Iglesia Católica, ha sacado sus hordas a la calle reviviendo artificialmente una polémica que ya quedó cerrada hace más de veinte años. No protestan contra la modificación de ley del aborto sino contra el aborto en sí, defendiendo un derecho a la vida de los embriones como si el proyecto de ley obligara a ir por ahí cazando fetos en plan Herodes. Curioso, además, que vengan ahora a decir eso cuando, en ocho años de gobierno popular, nunca se tocó la actual ley del aborto y cuando, años antes, esos mismos señoritingos eran los que, con impasible ademán, enviaban a sus hijas mancilladas al extranjero a pagar por un derecho a la vida decente y sin tacha. Y todo ello, no lo olvidemos, con la aprobación de una Santa Iglesia Católica también defensora de la vida, pero la alegre, a la que son tan aficionados sus obispos pederastas efebófilos. Venga hipocresía y venga pasta gansa para acallar las bocas de los jovencitos traumatizados, que ya seguirán encargándose de aplicar la ley del embudo al rebaño de Dios. Que para eso son los pastores y los herederos de los apóstoles, qué coño; siembre ha habido clases.

Pero que nadie se lleve a engaño. Yo tampoco estoy a favor de la reforma de la ley, pero por causas muy diferentes a la que expone el sector diestro del hemiciclo parlamentario. Cuando uno le echa un vistazo al proyecto de ley no se puede evitar notar un hedor a fundamentalismo feminazi, tan característico de este último gobierno socialista. Con la llegada del presidente Rodríguez Zapatero al poder se hizo realidad el acceso al poder de los movimientos feministas más radicales, aquéllos que sostienen que el hombre es, por el mero hecho de nacer con un escroto entre las piernas, un ser opresor, malvado y culpable de todas las miserias de la humanidad. La búsqueda constante de venganza se materializó finalmente con la abominable Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que consiguió dos cosas: que la utilización del vocablo “género” revelara la verdadera idoneidad de sus promotores para dirigir el país y, por otro lado, establecer finalmente un estado de apartheid con el cual el sexo ario finalmente daría su merecido al sexo opresor, causante de todas las desgracias que afligen a la mujer. Pero esto es otro tema, que quizás desarrolle otro día.

La reforma de la Ley del aborto, como digo, viene a afianzar ese estado de apartheid y en ningún momento, en ningún artículo, hace mención al padre de la criatura que está por nacer. He aquí mi primer punto de discrepancia con este proyecto. Según el artículo 14 del proyecto de ley, dentro de las catorce primeras semanas la embarazada podrá interrumpir el embarazo, con dos únicos requisitos: que se le haya informado previamente sobre derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a la maternidad y que hayan transcurrido, al menos, tres días desde que se da esa información y la intervención.

Ello supone que es la embarazada, y sólo ella, la que puede decidir si el embarazo sigue adelante o no, ignorando por completo, porque no importa, la opinión del futuro padre. Esto no hace otra cosa que afianzar la idea feminazi de que el hombre ha de ser un mero instrumento para la procreación y posterior mantenimiento de la prole; lo que se ha venido llamando el padre cajero automático. Él no tiene voz ni voto. Culpable es por haberla metido donde no debía, obligando a la mujer a pasar por un traumático embarazo no deseado. Ahora será decisión de la víctima decidir si le libra de toda obligación o si, por el contrario, le condena a pasar por caja, como mínimo, los próximos dieciocho años. No quieren entender que, salvo casos de violación, la mujer embarazada ha tenido tanta culpa como el hombre en el embarazo no deseado, y me parece justo que, al menos, se escuche al padre de la criatura. Entiendo que son puntos importantes para debatir la posibilidad de que el padre sí quiera hacerse cargo del niño (ofreciendo la posibilidad de ocuparse de él, liberando a la madre) o, sensu contrario, que el padre también tuviera la misma libertad de decidir no hacerse cargo del niño, aunque la madre quiera seguir adelante con el embarazo. Claro que ello rompe con la doctrina política de la dictadura imperante, y bastante tendré con que no me tachen de machista y maltratador a partir de ahora.

Tampoco hace falta que los padres de la embarazada, si ésta es menor de edad, sepan algo del asunto. ¿Para qué? Tenemos a una menor de dieciséis años que no puede beber alcohol, ni fumar, ni alquilar una película porno, ni conducir un coche ni votar, pero sí puede, sin que nadie se entere, tirarse a quien quiera, quedarse embarazada, abortar e irse tranquilamente a casa de sus padres a pedir la paga y a comer la sopa boba.

Y, por último, también se me presenta una duda de carácter jurídico, y de la que nadie habla. ¿Qué pasa ahora con la protección del nasciturus en el caso de las herencias? Pongamos un caso práctico: un hombre, casado y sin ascendencia, deja embarazada a su mujer y fallece repentinamente. El heredero sería el futuro hijo pero claro, con la reforma de la ley quedaría en manos de la madre decidir eso, ya que si el hijo no llega a nacer la heredera de todos los bienes sería ella por ser cónyuge no separada en el momento de la muerte del marido. La propaganda feminazi dirá que ninguna madre abortaría voluntariamente por dinero; yo digo, por mi propia experiencia, que el dinero saca lo peor del alma humana, sobre todo en las herencias.

No quiero extenderme más, por miedo a ser aburrido. Pero ahí dejo mis dudas, para que todo el que quiera reflexione y para que quede constancia que en esto de la reforma del aborto hay más partes que feministas radicales y obispos retrógrados.

domingo, 16 de agosto de 2009

Freeware PDF Unlocker para Linux

Una de las grandes aplicaciones con las que me encontré en mi etapa "Windows" fue Freeware PDF Unlocker, que permitía desbloquear archivos PDF para poder eliminar ciertas restricciones como la prohibición de imprimir, por ejemplo.

Y uno de los problemas con los que me encontré al pasarme al mundillo de Linux fue precisamente no tener un equivalente a ese programa... ¿o sí?

Freeware PDF Unlocker utiliza Ghostscript para saltar la protección de los archivos PDF. En sí, el programa no es más que un archivo de procesamiento por lotes que ejecuta Ghostscript con algunos parámetros determinados para conseguir el resultado deseado. Puesto que Ghostscript también tiene su versión para Linux, solamente es necesario adaptar el script para que funcione:

#!/bin/sh
if [ "$1" = "" ]
then echo Comando: unlockpdf [archivo_pdf] && exit
fi
echo
echo Desprotegiendo $1... Espere un momento.
echo
gs -dSAFER -dBATCH -dNOPAUSE -sDEVICE=pdfwrite -sPDFPassword= -dPDFSETTINGS=/prepress -dPassThroughJPEGImages=true -sOutputFile="unlocked_$1" "$1"
echo
echo Terminado. Compruebe que existe un archivo llamado "unlocked_$1".
echo

Y ahí está. Para desproteger archivos PDF sólo hay que ejecutar en la consola

unlockpdf [archivoPDF]

y obtendermos un archivo llamado "unlocked_[archivoPDF]", que equivale al PDF desprotegido. Por supuesto, hay que tener Ghostscript previamente instalado.

Hay que decir que el mérito del programa es de su autor. El programa original (para Windows) está aquí.

domingo, 19 de julio de 2009

Marcas blancas y juegos sucios.

Resulta francamente curioso cómo la crisis económica ha hecho reaccionar a algunas empresas frente a la competencia que, poco a poco, y siempre según ellos, les han ido quitando los clientes con malas artes y han provocado una gran reducción en los beneficios. Me estoy refiriendo a las llamadas "primeras marcas", que han iniciado desde hace algunos meses una dura campaña contra las denominadas "marcas blancas", buscando de una forma u otra dejar claro al consumidor dónde está lo mejor, lo óptimo, lo más sano y fiable y dónde se juega uno el tipo consumiendo cosas de, siempre según ellos, inferior calidad.

Marcas blancas ha habido toda la vida. Grupos empresariales como Spar y Vivó (dicen que a esta última la compró Grupo IFA, pero no sé si es cierto), que todos aquellos que pasamos la treintena recordamos por los autoservicios y supermercados de barrio, siempre han tenido marcas blancas. El fenómeno, no obstante, se disparó en los últimos años cuando las grandes distribuidoras apostaron por lanzar sus propias líneas de productos. Se produjo entonces un aumento de la oferta y un, para mí, evidente aumento de calidad de los genéricos; y alguna que otra gran marca se apuntó al carro fabricando para esas grandes distribuidoras, de manera que más de uno se sorprendía al ver que el paté de Mercadona era en realidad fabricado por Casa Tarradellas, y venía además en un envase más grande y más barato. Aun así, parecía que había una relativa paz en el mercado, pues la marca blanca era más bien un producto destinado a cubrir las necesidades de personas de bajo poder adquisitivo, mientras que las primeras marcas seguían confiando en la solidez de su reputación y contando con la fiel clientela de los hogares con dos sueldos y la hipoteca del 110% más gastos.

Pero llegó la crisis. Y muchos de los que creían pertenecer a la casta de la clase media-alta pronto se dieron de bruces con el empedrado y recordaron de sopetón qué es el dinero y qué valor tiene realmente. Una hipoteca que antes no parecía pesar tanto y un contrato indefinido que ha durado menos de lo esperado colocaron a mucha gente en su verdadero lugar en la sociedad, y la necesidad de recortar gastos se presentó de golpe en forma de demonio que los iba a comer a todos. La marca blanca se presentó entonces como el mesías salvador, y los ahogados se agarraron a ese flotador con tal fe que las ventas de los productos genéricos aumentaron de forma espectacular. Resulta que los consumidores descubren que la calidad de las marcas blancas es buena, muchas veces indistinguible de productos más caros, y otras tantas la diferencia es perfectamente asumible por cualquier paladar no demasiado exquisito. Comienza la guerra: Cenicienta se pone guapa y las hermanastras entran en cólera porque les roba lo que consideran suyo.

El ataque comienza por recordar al consumidor prófugo lo feliz que era su relación y viene a insinuarle que no comprende cómo ha podido cambiar el multicolor país de las maravillas por ese sucio y gris antro pseudocomunista de envases sin dibujos. Una campaña que, no obstante, no sólo no logró el resultado esperado sino que, muy al contrario, recibió el desprecio de mucha gente.

La segunda fase pasó a ser algo maś agresiva, en el que algunas marcas buscaban la total diferenciación de sus productos frente a los genéricos, insinuando que éstos últimos ni son tan buenos ni alimentan tanto como los caros. Es la estrategia del "no fabricamos para otras marcas". La multinacional Danone se dio mucho en ello, con campañas publicitarias como las que se pueden ver aquí. Curioso, además, que fuera precisamente Danone, quien ha sido señalada varias veces por realizar publicidad engañosa (véanse las referencias sobre Actimel - Premio 2009 a la mentira publicitaria más insolente concecido por la asociación alemana Foodwatch - y sobre el yogur Bífidus ActiRegularis y sus supuestos beneficios).

La última fase es la iniciada por el Grupo Leche Pascual, quien da un paso más allá y acusa abiertamente a las marcas blancas de ser productos de baja calidad y de disminuir el precio a costa de peores controles de calidad y de la salud del consumidor. Dejando de lado la cara de asco que pone el chaval del final al beber leche del envase sin dibujo (su hijo será infeliz con leche que no sea Pascual) utiliza varios argumentos fácilmente desmontables:

1.- "Dejar de recoger leche todos los días": Supongo que da a entender que la Leche Pascual es siempre más fresca que las demás porque se recoge recién ordeñada. Teniendo en cuenta que este grupo ha sido acusado recientemente de comprar leche en el extranjero, me tomo la libertad de dudar de que la frescura de su producto sea muy superior a la de la competencia.

2.- "Prescindir del mejor equipo de veterinarios": El argumento es tan subjetivo y está expuesto con tal falta de pruebas que no merece que lo tomemos en serio. Es un farol del tipo "porque yo lo valgo". Que digan qué veterinarios trabajan con ellos y así podremos buscar referencias y comprobar la veracidad de tal afirmación. Mientras tanto, las marcas blancas siguen bajo el manto del in dubio pro reo.

3.- "Rebajar los controles de calidad al mínimo exigido por ley": Da a entender que la ley es insuficiente y, por lo tanto, un potencial peligro para la salud. Un argumento infame que cae por su propio peso. España se precia de tener un sistema de control de calidad alimentaria muy efectivo, desempeñado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, lo que hace que los controles mínimos exigidos por ley sean más que suficientes para garantizar la salubridad y calidad de los alimentos. No se preocupe, que no podrá comprar una lata de ébola en el "súper".

Ante este panorama, y vista la falta de reacción (e incluso rechazo) de los consumidores a este tipo de campañas, ya hay empresas que han optado por combatir el fuego con fuego. Central Lechera Asturiana ha anunciado que baja el precio de su litro de leche a 0,79 €. ¿Se atreverá Leche Pascual a insinuar que es leche de peor calidad que la suya? Más bien la conclusión que puede extrarse de todo ello es que con los tiempos que corren no se puede seguir forzando a la gallina de los huevos de oro. Es imposible mantener los márgenes de beneficios de los últimos tiempos y, mientras escampa, mejor unirse al enemigo ya que no se puede con él.

domingo, 21 de junio de 2009

El pecado de la carne

La fotografía de la izquierda representa un cartel de un comercio que me encontré paseando por ahí. Era la primera vez en mi vida que me encontraba con la palabra "carnecería" y, al parecer, hay mucha gente que duda sobre si es o no correcta. Aunque diccionarios como WordReference.com o Anacomas.com la registran como sinónimo de carnicería, lo cierto es que es del todo incorrecta, y debe evitarse su uso.

Si consultamos el diccionario de la RAE, la palabra "carnecería" no da resultado ninguno, y en el diccionario panhispánico de dudas explícitamente se califica dicha palabra como errónea:

"Debe evitarse en el habla culta la forma carnecería, documentada en el español medieval y clásico, pero relegada hoy al habla popular de algunas zonas de España".

Así que la forma correcta y culta es carnicería y, aunque aún se sigue usando en algunas zonas de nuestra geografía, "carnecería" es incorrecto, y debe evitarse si no quiere uno hacerse famoso por todo un WTF como el del comercio retratado.

sábado, 13 de junio de 2009

A burro no me gana nadie.

Estimado internauta:

Cómo has llegado hasta aquí es algo a lo que solamente tú puedes dar respuesta. Yo, por mi parte, lo único que puedo hacer es intentar explicarte las razones por las que este blog existe y motivaciones para haberle dado el nombre que puedes leer arriba del todo.

En cuanto al nombre, podría decirte que es una modificación del dicho "dar la callada por respuesta", que refleja y critica la situación permanente actual de la política española. Con eso me hubiera cubierto de gloria y habría despertado alguna que otra admiración, pero la realidad es que tiene ese título porque "estoy harto" ya estaba cogido. ¡Qué le vamos a hacer!

Y si este blog existe es porque un día estaba aburrido y decidí crearlo. Hay que reconocerlo: los blogs son creados por y para gente aburrida; la gente guay y con amigos no necesita escribir sus cosas. Un día, un tío amargado y cansado de su anodina vida decidió escribir en internet su insoportable día a día y, como hay por ahí mucha gente de su misma condición, pues el fenómeno se generalizó. Todo el mundo amargado empezó a contar su triste vida y sus frustraciones en internet. Después aparecieron los listos. Llevan una vida tan aburrida como los anteriores, pero éstos están satisfechos con ella. Su problema es que no encuentran a nadie con el valor ni la paciencia suficiente para aguantar sus lecciones de ciencia, informática, historia, literatura o cualquier disciplina que huela a cultura sin recibir un corte de mangas a cambio. Aparecieron entonces los blog temáticos, en el que una persona explica, a quien le pueda interesar, por qué la humanidad no podría concebir ni la mortadela sin los logaritmos; cómo darle permisos al procesador de textos para que guarde el trabajo de toda la mañana; por qué el rey Boabdil estaba tan triste o los sentimientos ocultos de Unamuno en "La Tía Tula". Y todo ello sin riesgo a que alguien les mire mal o caiga al suelo redondo por extenuación. Fantástico.

Después están los famosos, pero ésos no cuentan. Sus blogs son resultado del marketing. Hay que intentar vender también a los aburridos que no salen de casa, no leen revistas, no ven la tele ni escuchan la radio. Animalitos, también tienen derechos.

Y, por último, estamos los torpes que, como Sócrates, sólo sabemos que no sabemos nada. Llevamos una vida aburrida, pero no tan amarga como para contarla; y tampoco nos llega el título de secundaria como para dar lecciones de nada a nadie. Por eso escribimos en nuestros blogs lo que nos da la gana y cuando nos apetece; sin ataduras de ningún tipo. Y es que intentamos convecernos a nosotros mismos de que a alguien le puede interesar nuestra forma de ver el mundo que nos rodea. Precisamente porque todo tiene un lado objetivo y otro subjetivo, cada persona vive en un mundo diferente al del vecino. Un perro es para ti y para mí, objetivamente, un animal cuadrúpedo que ladra pero el lado subjetivo puede hacer que para ti sea un animalito de compañía encantador y, para mí, un chucho sarnoso. ¿Y por qué lo vemos de diferente manera? ¿Será que nadie me ha tratado con amor? No se sabe, pero piensa que gracias a mi blog ya puedes plantearte la posibilidad de que no a todo el mundo le gusta tu perro. Eso sin duda favorecerá tus relaciones con el resto de la humanidad.

En fin. Ya que sabemos que si has leído hasta aquí es porque objetivamente estás muy aburrido, el hecho también objetivo de que cuando termines vas a salir de este blog puede llegar a ser bueno o malo según el tinte subjetivo que le des. Piensa que si te vas para continuar navegando sin rumbo o para leer otras cosas es porque subjetivamente has calificado este blog como una mierda, y eso no es bueno ni para ti ni para mi: tú seguirás aburrido y todo mi trabajo no habrá valido para nada. Si te vas para recomendar mi blog a otras personas y lo añades a tus favoritos los dos ganamos: tú entablas relación con otro ser humano y, quién sabe, puede que te salga un plan para hoy, y yo quedaré satisfecho porque he contribuido a que haya un aburrido menos en el mundo.

Un saludo, gracias, y perdón por ser tan aburrido.