viernes, 20 de mayo de 2011

La nueva Reconquista.

Dice un proverbio árabe que "cuando vayas a decir algo, procura que tus palabras valgan más que el silencio". Más de un año ha que no escribo nada en esta mi humilde bitácora, pero el motivo no ha sido otro que el expresado por el mencionado proverbio; ése, y que otros motivos me han mantenido lo suficientemente ocupado como para no poder dedicarle tiempo a este espacio de reflexión personal.

Sin duda alguna, el tema estrella en todo este tiempo de silencio ha sido la omnipresente crisis, que como los cuatro jinetes del apocalipsis, cabalga por el mundo extendiendo toda clase de miserias. Y que Dios no coja confesados. La llamada crisis económica, o más recientemente, crisis del Euro es en realidad la constatación del fracaso del sistema neoliberal, del capitalismo salvaje que en las últimas décadas ha inspirado las políticas económicas de los llamados Estados desarrollados. Pero lo que podría haber sido una crisis financiera más, ha acabado degenerando en una crisis social y política comparable a la que allá por los años 90 afectó a los regímenes comunistas en general, y a la Unión Soviética en particular.

La sistemática destrucción de los Estados como entidad soberana en favor de entidades supranacionales de corte claramente antidemocrático (léase Unión Europea y las reiteradas votaciones en Irlanda en relación con el tratado de Lisboa "hasta que votaron lo correcto"), la renuncia de esos Estados a controlar los recursos estratégicos de sus economías (energía, comunicaciones, alimentos básicos) sirviéndolos en bandejas de plata a "los mercados", la descalificación y desprestigio de todo aquél que no seguía la doctrina oficial y avisaba de lo que venía ("euroescépticos", los llamaban), y la pasividad de los organismos de control económicos ha dado lugar a que los especuladores hayan visto todo un monte lleno de orégano al que han reducido a la nada como si del caballo de Atila se tratase. Y es que el neoliberalismo, que defiende a ultranza la autorregulación de los mercados, se basa en la misma falacia que cualquier sistema utópico: todo el mundo es bueno. Pero no todo el mundo es bueno, y quien pudo vender por el doble vendió por el doble, y quien pudo estafar por el triple así hizo, y de ese modo se inflaron los alimentos, la vivienda, la energía, todo; hasta que reventó.

Las consecuencias de todo ello fue un espanto general que los políticos intentaron paliar con una reforma integral del sistema financiero, al que echaban la culpa de la situación. Esta postura no buscaba otra cosa que redirigir la indignación popular hacia quienes habían sido sus colegas de trapicherías los últimos años, en un movimiento que se les da muy bien a los profesionales de la política. Pero traicionar a los padrinos tuvo sus consecuencias: los estados, despojados de su poder y de su autoridad para controlar la economía, ya no fueron capaces regular nada y los especuladores llevaron a cabo un golpe de estado sin precedentes en la historia: nada menos que hacerse con el control de la Unión Europea y los Estados miembros y forzarles a tomar medidas que sólo les favorecen a ellos. Y para que se dieran cuenta de que iban en serio, no dudaron en arruinar y dejar sin valor países enteros para luego comprarlos a precio de saldo y ganar dinero con la ruina de sus habitantes. Grecia, Irlanda y Portugal sucumbieron a la ira de Don Dinero. Y ahora ya no es que se le vean las orejas al lobo, sino que tienen bien clavaditos sus colmillos en los riñones. Desde ahora, el poderoso caballero, "los mercados", son los que mandan e imponen que un país se debe dirigir como una empresa y no como un ente que mira por el bien de sus ciudadanos, depositarios de la soberanía. Un ciudadano es igual a un empleado: un número, un gasto; y se acabó el estado del bienestar. ¿Qué es eso de pagar una sanidad pública, o dar pensiones y subsidios, o ayudas a esto o a lo otro? Como en una empresa, se busca el superávit rápido, el pago inmediato de lo que se debe, eliminando lo que no importa (servicios sociales, derechos) y exprimiendo la mano de obra que, encima, debe ser lo más barata posible (jubilación a los 67, subida de impuestos y de precios de productos básicos, reducción de salarios). El resultado: todos los recursos nacionales a disposición del nuevo dios, beneficios y ayudas para los que más tienen, y jarabe de palo para los demás.

¿Y qué pasa con España? Pues si España se ha salvado de la quema (de momento) ha sido porque, en primer lugar, es aún el refugio de parte de los grandes capos, que no quieren que nadie más que ellos manden en sus tierras, y porque además es donde los grandes partidos políticos se han apresurado con mayor rapidez a agachar la cabeza ante el nuevo amo. Sólo así se explica el giro de 180 grados a la derecha del PSOE, que Rajoy no entienda su propia letra, y que se haya producido el mayor recorte social de la historia de la joven democracia española. Y "los mercados", contentos, nos han dejado de momento en paz. Y es que la granja orwelliana en la que se ha convertido España "está haciendo bien los deberes". Bienvenidos a la cerdocracia.

Tenemos a la dictadura del capital que controla a la clase política, haciendo alternar las siglas del poder según conveniencia; convirtiendo la enseñanza, la cultura y, en consecuencia, el pensamiento crítico en un derecho exclusivo de su clase, mientras los demás somos condenados a una perpetua y dócil ignorancia; imponiendo su neolengua (miembra, monomarental) y utilizando su policía del pensamiento para coartar la libertad de los nuevos esclavos; y utilizando el constante doblepensar para confundir al populacho, para hacerle creer que lo que ve es mentira y que lo que es mentira, a fuerza de repetirla una y otra vez, de forma incansable, es verdad; para decir que una protesta gestada en las redes sociales es buena si ello pone en bandeja nuevos territorios que esquilmar (Egipto, Libia) o, al contrario, es mala si con ello se liberan territorios conquistados (España).

Pero he ahí que una reacción inesperada del pueblo no tan ignorante, no tan dócil, no tan indolente, les ha pillado por sorpresa. Y les ha entrado el miedo. Primero, escondieron la cabeza bajo tierra y lo ignoraron; después se dieron cuenta de que por mucho que lo obviaran ahí estaba, y lanzaron a sus voceros para desprestigiarlos; más tarde, utilizaron la represión y la prohibición, pero tampoco les funcionó; y ahora que no pueden con él, intentan sumarse a él, pero en una unión tan falsa y traicionera como la de las células cancerígenas: infectando, pudriendo, matando.

La nueva reconquista de España está en marcha. Espero que no muera por metástasis, por aburrimiento, por comodidad. Está en nuestras manos volver a recuperar lo nuestro, y que esta vez no dure ochocientos años.

Imagen: "La libertad guiando al pueblo", de Eugène Delacroix. Fuente: Wikimedia.

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