sábado, 5 de mayo de 2012

¿Sueñan los españoles con libros electrónicos?

Aunque se suele afirmar que el saber no ocupa lugar, las varias décadas de acumulación de libros y más libros me han demostrado que tal afirmación no es del todo cierta. Todos estos años de pasión por los libros y lectura intensiva han hecho que hoy en día sea el orgulloso propietario de una librería bastante bien nutrida pero, lamentablemente, la casa da para lo que da y ya no queda estantería, armario o hueco libre para más de esos grandes amigos que esperan.

A finales del año pasado tomé la decisión de adoptar el libro electrónico como solución a la falta de espacio. Reticente en un principio, y firme defensor del contacto con el papel, no obstante las constantes buenas críticas respecto de ebook hizo que me decidiera por probar.

Todo esto ocurrió las pasadas fiestas navideñas, y con ahora cuatro meses de experiencia puedo afirmar sin miedo a equivocarme dos cosas: una, que el libro electrónico es a día de hoy imparable; y dos, que, como siempre, hemos entrado en el mercado tarde, mal y nunca.

Ya hace años que podemos ver en el mercado diversos aparatos destinados fundamentalmente a la lectura de libros electrónicos, pero fue a partir del 2007 cuando la multinacional Amazon reventó el mercado ofreciendo a un precio asequible su primer dispositivo Kindle, con una importante oferta de ejemplares para comprar y descargar.

Estamos hablando, querido lector, del año 2007. Y mientras, en España seguíamos enviando catálogos a casa como hace treinta años. Como mucho, alguna gran librería - y alguna que otra especializada excepción - ofrecían la venta por internet, pero no era lo común, y siempre se trataba de ejemplares editados en papel. Sentados en su poltrona, las grandes editoriales veían cómo mucha gente se lanzaba en masa a comprar el aparato que ofrecía Amazon pero sin mucha preocupación. Al fin y al cabo, era cosa de frikis y los libros disponibles, en su gran mayoría, no estaban traducidos al español. La estrategia que se siguió fue la de siempre: seguir exprimiendo el caduco sistema de librería física ignorando la ventolera innovadora que se avecinaba.

Pero he aquí que, en el año 2011, Amazon decide entrar en el mercado español como un elefante en una cacharrería. Y lo hizo a lo grande: ofreciendo un lector de gran calidad y a un precio muy inferior al de las opciones que entonces estaban disponibles en el mercado, y con una buena oferta de libros en español, a bajos precios e incluso gratuitos, gracias en gran parte a autores que venden directamente y también a la comunidad, a la que han tenido el acierto de integrar. Y los de la poltrona, los únicos que, desde su aislado palacio dorado, no habían querido ver el inevitable cambio en el mercado, se vieron obligados a sacar deprisa y corriendo al mercado sus alternativas.

Por eso de probar, los Reyes Magos me ofrecieron la apuesta de La Casa del Libro, Tagus. Fue descorazonador ver cómo intentaban calzar un aparato preparado con prisas y con un firmware chapucero y sin probar, que se colgaba al pasar de página y que sólo era capaz de conectarse a redes wifi abiertas. Expuestos los problemas tanto al servicio técnico como a los propios empleados de la tienda, la única solución ofrecida fue que "saldrán actualizaciones próximamente" pero, dado que el vendedor solamente ofrecía unos estudiadísimos siete días de prueba - mínimo por ley cuando en fechas navideñas, lo normal, es conceder un plazo hasta después del 6 de enero -, decidí devolvérselo a sus majestades y que esperen ellos a que se actualice y a que sirva para lo que se supone que sirve. Supongo que, en la actualidad, esos problemas se habrán resuelto pero, al menos en lo que a mí respecta, ya es demasiado tarde.

A lo anterior, además, hay que añadirle que los libros descargados no se almacenan en la memoria visible del dispositivo, sino que se guardan en una partición oculta, no accesible, y en la "nube", a la que el usuario puede acceder mediante contraseña. Para conservar una copia física del libro electrónico hay que poseer un código y, además, tener instalado, obligatoriamente, la porquería de Adobe Digital Editions, que sólo está disponible para Windows y para Mac. El usuario de Linux no tiene derecho a su copia aunque la haya pagado. Pues adiós y santas pascuas.

Los reyes magos, visto lo ocurrido, lo intentaron de nuevo con el Kindle de Amazon, todo un ejemplo de buen hacer y que me ha dado y sigue dándome muchas satisfacciones. Y todo un detalle que, una vez comprado el libro, el lector descargue y guarde el archivo tal cual en la memoria del dispositivo, del que se puede guardar copia donde uno quiera. Para que aprendan los caciques de la propiedad intelectual.

Los libros electrónicos

Cuando uno se pone a estudiar la oferta existente, se le cae el alma al suelo. Una vez hecho el ridículo con los lectores, no podemos dejar las cosas a medio hacer así que, consecuentemente, ponemos a disposición del cliente una oferta ridícula y con precios astronómicos, no vaya a ser que, después de todo, tengan éxito.

Las editoriales siguen sin bajarse del burro y siguen sin creer en el futuro del libro electrónico. Sólo así puede entenderse que las novedades, por norma general, no tengan su equivalente en formato electrónico o, de tenerlo, se vendan a un precio muy poco por debajo del formato en papel. En algunos casos, incluso, se le da al libro electrónico el mismo trato que a la edición de bolsillo, que sale al mercado pasado un tiempo. Ejemplo de esto está en, por ejemplo, el último libro de Almudena Grandes, "El lector de Julio Verne", el cual, a fecha de redacción de esta entrada, no dispone de edición digital ni en Amazon, ni en La Casa del Libro. En el caso de "Caballo de Troya 9" de J. J. Benítez, el formato electrónico se vende a unos miserables 6 euros por debajo que la edición más cara en papel (ver en Amazon, y en La Casa del Libro). Una desvergüenza.

En este estado de cosas ocurrirá lo inevitable: la demanda existe y exige, y no se le da respuesta. La salida se la darán los propios demandantes, y luego vendrán los pucheros y las pataletas de los miopes y los manipuladores del mercado; y exigirán protección, y leyes represoras, y blindaje de sus privilegios. Y luego apelarán al patriotismo, al "compra a empresas españolas"; y luego caerán, y sólo les quedará mirar desde muy abajo a los que inventaron, a los que innovaron, a los que arriesgaron y a los que supieron escuchar; a los que tratan mejor al cliente estando en la otra punta del mundo que los que están a la vuelta de la esquina.

Una mierda para todos ellos, y que se la limpien con todo su papel.

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