sábado, 6 de agosto de 2016

Un pingüino en mi ordenador.

Utilizar linux como sistema operativo para uso personal ya es de por sí una prueba de resistencia y paciencia, pero si además uno ya se atreve a convertirlo en el sistema principal de trabajo, el asunto ya alcanza tintes heroicos, sobre todo cuando uno se enfrenta a la Administración Pública y a sus maravillosos programas de ayuda, generalmente "sólo para Windows", de lo que las administraciones autonómicas son reconocidos portaestandartes.

Pero lo que da realmente dolor de cabeza es buscar hardware compatible. Encontrar una impresora, una tarjeta wifi, un escáner o un ordenador que no dé problemas es una tarea que le arruga el escroto al mismísimo Hércules, y no pocas veces acaba en una lamentable rendición (sobre todo de los que se inician en el mundo de linux), volviendo al redil del omnipresente Windows.

Una buena forma de empezar si se está en la necesidad de comprar hardware compatible con linux es consultar la página http://www.linux-drivers.org/, donde se ofrecen tanto listas de dispositivos compatibles, como listas de compatibilidad con distribuciones concretas. No obstante, y como consejo rápido, en materia de impresoras y escáneres, y basándome en mi experiencia personal, yo siempre recomiendo marcas como Brother o HP (yo, personalmente, prefiero la primera), ya que ambas ofrecen controladores para linux que permiten utilizar sus dispositivos sin problema alguno.

Pero en esta ocasión, lo que me ha pasado es que he tenido que buscar un nuevo portátil, ya que mi indestructible y fiel Asus EeePC ya se quejaba lastimosamente al tener que trabajar con el glotón Firefox, y con el incalificable Java de Oracle; y tratándose de cuestiones laborales, era imperioso buscar un sustituto más acorde con los tiempos que corren. El objetivo en este caso era buscar un portátil especialmente diseñado para linux, de pequeño tamaño, que no se subiera mucho de precio, y sin Windows preinstalado, ya que no tenía intención de pagar una licencia de dicho sistema para simplemente hacerlo desaparecer del disco duro nada más desembalar el aparato. Y tampoco me quería meter en guerras con el vendedor sobre mi derecho a reembolso del precio de Windows que no uso, etc., etc., etc.

Buscando mucho, pero que mucho, mucho, he podido constatar que el panorama en España es desolador, y es prácticamente imposible comprar un portátil, digamos linux friendly, que no tenga Windows preinstalado. Las opciones se reducen básicamente a tres opciones:

- Mountain, quizás la opción más conocida, pero inviable por precio. Por lo general, esta casa se dedica a montar máquinas de alto rendimiento para juegos y funciones profesionales de diseño 3D y renderizado, y de ahí su precio, supongo que justificado; no sé. En cualquier caso, no es lo que buscaba.

- PCUbuntu, una tienda donde se venden ordenadores de diferentes marcas con Ubuntu preinstalado. Mucha mejor opción que la anterior si lo que se busca es un ordenador normalito. Según he podido entender, tiene además su propia marca (Tuxy), pero con poca variedad, por lo que he visto.

- Vant, marca de una empresa radicada en Valencia, que monta ordenadores con Ubuntu o Linux Mint preinstalados, y especialmente diseñados para utilizarse con Linux sin que den problemas, se use la distribución que se use. Esta opción me pareció, después de mucho buscar, la que más se adaptaba a lo que yo buscaba, por precio y variedad, y por tener portátiles tanto potentes como más comedidos, para un uso más personal o de oficina.

Si buscamos en el extranjero, las opciones se multiplican de forma bastante considerable, poniéndose de manifiesto una vez más que estamos a años luz de cualquier otro país medianamente avanzado tecnológicamente; pero, en mi opinión, no son opciones válidas porque, a pesar de servir incluso a España, el teclado de los equipos no viene en español. Señalan que sí se puede configurar el sistema operativo en nuestro idioma, como es normal, pero a mí no me vale, y es que la eñe es muy española, y mucho española, como para no tenerla en el teclado.

Probando Vant

En mi caso, el modelo elegido es un Vant Moove Mini, de 11,6", con Pentium N3710, con 8GB de RAM, y con 240 GB de disco duro SSD. El precio es, redondeando, 400 €, gastos de envío incluidos, precio imbatible con esa configuración. No he conseguido encontrar nada similar por ese precio en ninguna otra tienda o marca. He visto productos de Vant en Amazon, en Ebay e incluso en la propia PCUbuntu, pero decidí comprar en la tienda de su web porque me daba el precio más bajo de todas ellas.

Hay que decir que la página oficial de Vant me parece algo cutre, con un diseño anticuado, y con información muchas veces contradictoria, lo que denota que no revisan el contenido todo lo que deberían (por ejemplo, en algunos lugares se dice que el portátil monta el procesador N3700 y, en otros, el N3710). También hay información confusa sobre la garantía, ya que en algunos sitios se dice que durante los dos años de garantía no se paga nada, y en otros lugares de la web se dice que durante el segundo año de garantía el cliente se debe hacer cargo de los gastos de envío del equipo averiado al servicio técnico. Mediante llamada telefónica me confirman que la información correcta es esta segunda (es decir, que durante el segundo año no se cubren los gastos de envío al servicio técnico), lo que me ofrece serias dudas sobre su legalidad, teniendo en cuenta que el artículo 120.a) del Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias, establece que las reparaciones por defectos de fabricación en período de garantía "serán gratuitas para el consumidor y usuario. Dicha gratuidad comprenderá los gastos necesarios realizados para subsanar la falta de conformidad de los productos con el contrato, especialmente los gastos de envío, así como los costes relacionados con la mano de obra y los materiales" .

A pesar de lo dicho, y dejando de lado lo de la garantía (aunque es algo en lo que hay que pensar a la hora de comprar, por lo conflictivo que puede resultar), el proceso de compra se ha hecho sin contratiempo alguno, con confirmación inmediata de la compra vía correo electrónico.

El envío es sorprendentemente rápido. Desde la fecha de pago, un día y medio, supongo que porque el pedido lo hice por la tarde, y en agosto tienen horario de verano sólo por las mañanas. El equipo viene muy bien embalado, en una caja con multitud de protecciones en pantalla, teclado, webcam, y con el portátil encajado en piezas de espuma que impiden que se mueva durante el viaje. Esa caja viene dentro de otra caja, la cual viene, a su vez, en una caja mayor, rellena de plástico que protege el equipo de golpes durante el transporte. En resumen, un empaquetado muy cuidado y que califico de sobresaliente.

En la caja hay una pegatina que ofrece nuevamente información contradictoria. Dice que monta Pentium N3700, pero cuando arranco con el Ubuntu que trae preinstalado, confirmo que monta el nuevo N3710.

El equipo es muy ligero (según el fabricante, 1,25 Kg. con batería), enteramente de plástico, pero con sensación de calidad. El teclado es cómodo, sólido y muy agradable al tacto, con buena respuesta, con teclas separadas entre ellas al estilo que ha puesto de moda Apple con sus MacBook. El equipo viene con una pantalla de 11,6", con una resolución máxima de 1366x768. Dispone de tres puertos USB (uno de ellos 3.0), bluetooth, lector multitarjetas, puerto ethernet, salidas VGA y HDMI, entrada para micrófono y salida para auriculares. Muy completo, la verdad. No viene con unidad DVD, sin duda por el tamaño del equipo, aunque creo también que ya es algo obsoleto que tiene las horas contadas.

El equipo trae también documentación con instrucciones, garantía (confirmado lo de los gastos de envío a costa del comprador durante el segundo año), dos CD con drivers, utilidades y manuales (uno de ellos para Windows 10), y un USB de 8 GB de recuperación, que permite reinstalar el ordenador con el sistema que traía de fábrica. No es una imagen de recuperación sino una distribución completa de Ubuntu 16.04 lo que, a mi juicio, es mucho mejor.

El ordenador es rapidísimo, y tanto los 8 GB de RAM como el disco SSD de 240 GB se hacen notar. No obstante, hay que tener en cuenta que no es un equipo pensado para grandes esfuerzos, como juegos. Está concebido como equipo para llevar encima, para trabajar o hacer tareas cotidianas, yendo más que sobrado para eso; pero si se le fuerza con juegos o con edición de vídeo, sin duda se vendrá abajo, porque no tiene procesador para ello.

Una vez que he comprobado que todo funciona correctamente, procedo a quitar Ubuntu e instalar Debian estable (Debian 8.5). Al arrancar desde el USB de instalación, me llevo la sorpresa de que para la tarjeta wifi y para el bluetooth necesita drivers no libres. No soy un talibán del software libre, pero me choca, y en cierto modo me disgusta, que un ordenador que se supone diseñado especialmente para linux no funcione con la imagen oficial de Debian, y necesite de controladores no libres. En el caso de Debian, se resuelve utilizando la imagen no oficial de instalación con soporte para firmware no libre que puede encontrarse aquí. En el caso de Ubuntu, Linux Mint o las distros más famosas no creo que haya problema porque suelen traer esos drivers en sus imágenes oficiales, pero lo que quieran instalar distribuciones enteramente libres como Trisquel tendrán presumiblemente problemas, y es más que probable que tengan que renunciar a algunas características, lo cual no veo bien, insisto, tratándose de un equipo que se vende como especialmente diseñado para Linux, y con una marca que pone como bandera la apuesta por el software libre.

Instalado Debian 8.5 con KDE el equipo se muestra estable y rápido. Mueve sin problemas el entorno gráfico y sólo ocasionalmente se pone en marcha el ventilador, silencioso aunque no totalmente, con un soplido ligeramente audible y que apenas se nota si se utiliza el ordenador en un ambiente con ruido de fondo, como puede ser una televisión. Este punto me preocupaba porque había leído opiniones que decían que parecía un fórmula 1, pero en mi caso no puedo decir que sea así. Si se le da un uso muy intensivo puede ser que el ventilador acabe haciendo ruido, como es comprensible, pero con un uso normal de navegación por internet o uso de ofimática yo no he notado ese inconveniente. También hay que tener en cuenta que hablamos de un equipo de 400 €, y que es eso lo que se compra. Quien quiera tecnología más vanguardista en ese sentido, que se compre un Macbook y que lo pague.

Conclusiones

Pienso que Vant ofrece un equipo básico, para hogar y oficina, más que decente a un precio insuperable. Además, teniendo en cuenta que el servicio de atención al cliente se ha comportado magníficamente (el primer modelo que recibí tenía la tarjeta wifi defectuosa y me lo cambiaron rápidamente por un equipo nuevo), sin duda recomiendo esta marca para todos aquéllos que buscan un ordenador decente, sin Windows, y a un precio razonable. Los únicos peros, en mi opinión, son una página web que pide a gritos una actualización, y unas condiciones de garantía postventa que deberían revisar, para evitar suspicacias y conflictos con los clientes.

jueves, 7 de enero de 2016

Guía de supervivencia para Lexnet en Linux.

A riesgo de ser cansino, dedico una entrada más a los problemas de Lexnet en Linux. Esto ya empieza a convertirse en una saga pero, al contrario que los capítulos de Star Wars posteriores a la trilogía original, en este caso sí que está justificado por la importancia de los contenidos y del sistema Lexnet en sí para profesionales del Derecho.

Ya en otras entradas (aquí y aquí) hablé de los problemas de las notificaciones recibidas, y ofrecí algunas posibles soluciones para salir del paso. Pero resulta que el 1 de enero de 2016 entró en vigor la normativa por la cual el uso de Lexnet para presentación de escritos y demandas se vuelve obligatorio para abogados y procuradores. Con el fin de facilitar esta tarea, el Consejo General de la Abogacía Española (en adelante, CGAE), ha creado la plataforma Lexnet Abogacía el cual, sorprendentemente, funciona aparentemente sin muchos problemas en Linux (sólo se habla de Ubuntu, pero doy fe de que funciona en Debian 8, actualmente la versión estable). Pero obsérvese que he escrito "aparentemente sin muchos problemas", lo cual significa que problemas, haylos, y no son baladíes, precisamente.

En primer lugar, y aunque en la página oficial ya no lo pone (debe darles vergüenza o algo así), es compatible también con Linux. Antes lo especificaba, pero ahora ya sólo ofrecen enlaces para guías de instalación en Windows y Mac. Y es que Linux es cosa de perroflautas muertos de hambre, y no de engominados palomos de traje y corbata. Aquí se puede encontrar una guía que algún pobre hombre del CGAE se ha currado, y que es bastante bueno. Seguir sus pasos es fundamental para poder usarlo.

Ahora bien, no sé si porque ha quedado desactualizado o porque su autor se ha muerto de pena y desánimo visto el apoyo que parece recibir, dichas instrucciones no garantizan el uso sin problemas de la plataforma. Es necesario hacer las siguientes puntualizaciones:

El sistema operativo.

Ya he dicho antes que Lexnet Abogacía funciona en Windows (a partir de Vista, según la ayuda), en Mac, a partir de la versión 10.7, y en Linux. Aunque sólo se habla de Ubuntu 14.04, yo lo he probado con éxito en Debian 8 (la versión estable en el momento de escribir esto). Desconozco si funciona en otras versiones más nuevas de Ubuntu o en otras distros.

Eso sí, el sistema operativo ha de ser, aunque parezca increíble, de 32 bits. Lexnet no rula en 64 bits (confirmado por el propio servicio técnico). En una época en que todos los ordenadores nuevos son ya de 64 bits, se me antoja triste que la única solución que se me ofreciera por el servicio técnico fuera que "me buscara un ordenador de 32 bits". Qué pena de país. Quien intente entrar en el sistema en 64 bits, tendrá como resultado este bonito mensaje:


Es decir: que en lugar de ser sinceros y decir que el sistema es una mierda y que nada de 64 bits, te dice que te han tangado con la tarjeta, y que no tiene firmas válidas. Y ahora vas y lo cascas, te cabreas y pones verde al pobre empleado que te activó la firma ACA, cuando no tiene culpa de nada. Y te puedes tirar dando vueltas de acá para allá un año entero, sin enterarte de la causa real de que falle el acceso al sistema

Sobrevivir a este problema pasa por dos soluciones: una, reinstalar el sistema operativo, sustituyendo el de 64 bits por uno de 32, algo que no aconsejo a nadie en absoluto; y dos, utilizar VirtualBox (bien el de la página oficial o el de los repositorios de la distro) para instalar un sistema de 32 bits dedicado sólo a usar Lexnet. Ésta última opción es, a mi juicio, la más sensata, a la espera de que algún alma caritativa decida adaptar el sistema a la tecnología del presente.

El navegador.

Lexnet funciona en Windows, Mac y Linux, pero sólo Firefox 41 es válido para cualquiera de los tres sistemas. Esto que podría ser bueno o, al menos, no malo, se convierte en una cagada si se piensa que, a fecha de esta entrada, Firefox ya va por la versión 43.0.4, lo que significa que Lexnet Abogacía requiere obligatoriamente un navegador anticuado y con agujeros de seguridad no parcheados. Muy mal. Además, resulta complicado descargarse esa versión específica de Firefox, ya que la página principal de Mozilla dirige, como es lógico, a la última versión publicada. Pero todo tiene solución, y desde este enlace se puede descargar la versión 41 para cualquier sistema operativo sin problemas, pero que no se olvide desactivar la actualización automática, porque si no se actualizará solo. Por cierto, para aquéllos que se lo pregunten, no vale Iceweasel.

Chrome sólo funciona, según la propia página del CGAE, con Windows, e Internet Explorer sólo funciona dependiendo del sistema y de la configuración que tenga. Vaya, que no usar Firefox es correr el riesgo de quebrarse el coco con problemas. Ah, y nada de Microsoft Edge, el navegador de Windows 10, al igual que el resto de navegadores (Opera, Safari, etc.). Esto último es especialmente preocupante teniendo en cuenta que Microsoft ha anunciado que, a partir del 12 de enero de 2016, dejará de dar soporte a Internet Explorer en sus versiones 8, 9 y 10.

Java.

Bueno, otro capítulo memorable. Nada de OpenJDK. Java de Oracle, hoygan, y de 32 bits, no lo olviden ustedes.

Firmas y certificados.

En la ayuda de instalación de Lexnet Abogacía en Linux se dan unos pasos imprescindibles para que funcione, pero aunque se sigan a rajatabla seguirá sin funcionar si no se instalan TODOS los certificados que aparecen en esta página. Si a alguien se le ocurre instalar sólo los certificados de la guía de instalación para Linux, simplemente no podrá entrar porque Java bloqueará los applets de acceso al sistema por falta de certificados confiables.

Adobe Acrobat Reader.

Hasta aquí, y a pesar de los peros, al menos confiábamos en poder usar Linux para trabajar con Lexnet. Pero he ahí que, cuando la fiesta parecía que salía bien, aparece el tonto de última hora para intentar estropearla.

Resulta que, para presentar escritos a través de Lexnet, es obligatorio presentar un "índice de presentación de escritos", cumplimentando un archivo PDF que se puede descargar aquí, gracias al CGAE.

Pero si intentamos abrir el archivo con un lector típico de Linux de PDF como Okular, Evince o Zathura, nos aparece esto:


Es decir: que sí o sí hay que utilizar Adobe Acrobat Reader para abrir el archivo. Si uno va a la página principal del programa y consulta los requisitos, se ve sin ninguna duda que Acrobat Reader sólo tiene versiones para Windows, Mac, iOS y Android. Nada de Linux.

Pero que no cunda el pánico. Al menos hoy aún se puede instalar Acrobat Reader en Linux, concretamente, en mi caso, en Debian 8 (estable). Lo primero es incluir el repositorio de deb-multimedia añadiendo la siguiente línea al archivo /etc/apt/sources.list (por supuesto, como root).

deb http://www.deb-multimedia.org jessie main non-free


Guardamos el archivo y actualizamos las fuentes ejecutando la siguiente orden:

apt-get update

Y cuando haya terminado, instalamos la firma del repositorio:

apt-get install deb-multimedia-keyring && apt-get update

Cuando haya finalizado, instalamos los siguientes paquetes:

apt-get install acroread acroread-plugins acroread-escript

 Y con esto, ya tenemos Acrobat Reader 9 instalado (en inglés, eso sí), pero plenamente capaz de leer el archivo PDF de marras.



Conclusión.

Después de todo, y a pesar de las dificultades, parece que quien quiera trabajar como abogado o procurador aún puede hacerlo con un sistema Linux. Cierto que son necesarias aplicaciones desactualizadas y, en algunos casos, también no libres, y que seguramente sean problemas del todo evitables si se hubieran hecho bien las cosas, pero lo importante es que funcione. Y, de momento, funciona. Crucemos los dedos y no lo digamos muy alto, no vaya a ser que lo estropeen aún más.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Abrir notificaciones LexNet en Linux (actualización).

Ya en la anterior entrada en la que abordé el tema (véase), expuse los problemas que los profesionales del Derecho, y a la vez usuarios de Linux, tienen a la hora de visualizar notificaciones de LexNet. Me remito a lo dicho entonces en cuanto al problema, y quien no sepa de qué hablo, mejor que lea dicha entrada para comprenderlo.

Desde entonces, he encontrado un par de soluciones más adecuadas a las que di en ese momento, y las expongo para todo aquél que sufra en sus carnes la indolencia y mala fe de los que manejan el timón de esta sufrida España:

- Solución 1 (modo on line).

Una forma sencilla de resolver el problema es convertir el archivo en cuestión en la página "online2pdf.com". Completísima y bien hecha, se encarga de subir el archivo problemático, convertirlo y descargarlo en PDF con toda la información que no es capaz de leer LibreOffice.

- Solución 2 (modo off line).

Para aquéllos que no se fíen de subir los documentos a ningún sitio, o que simplemente no quieran depender de una conexión a internet para poder leer las notificaciones que le llegan, la solución nos llega desde China, con la aplicación WPS Office.

Conocí esta aplicación en su versión para Android, pero recientemente me enteré que también existe una versión para Linux, que puede ser descargada desde aquí.

http://wps-community.org/downloads

WPS Office tiene un procesador de textos, una aplicación para hojas de cálculo y otra para presentaciones. Aunque está actualmente en fase alpha - y, por tanto, aún en pruebas con posibilidad de errores -, lo cierto es que en mis pruebas se ha mostrado muy estable (en KDE, en la versión estable de Debian, me dio un error al salir de la aplicación, pero aparentemente sin consecuencias).

Existen versiones en formato .deb, .rpm y .tar.xz, para 32 y 64 bits. Una vez descargado, basta con instalar el paquete con nuestro gestor favorito, y se acabarán los problemas con LexNet. En Debian, la orden para instalar el paquete es la siguiente (como root, claro):

dpkg -i [nombre del paquete].deb

Con una compatibilidad con los formatos de Microsoft hoy por hoy muy superior a la que nos da LibreOffice (incluso en su reciente versión 5), es, en mi opinión, la mejor y más rápida solución para los numantinos usuarios de Linux que persisten en su libertad, aun a costa de pisar las infinitas piedras que nuestra querida administración pública se empeña en poner en el camino, para ver si así nos reconducen al redil.

lunes, 27 de julio de 2015

Calibre eliminado de Debian Testing.

En unas de las últimas actualizaciones de mi Debian Testing (Debian Stretch en el momento de escribir esta entrada), me sorprendió ver que apt-get se empeñara en desinstalar Calibre.

En un principio, y pensando que era algún desaguisado provocado por la actualización de algún paquete, mi reacción fue retener calibre y calibre-bin, para que apt-get no los eliminara. El problema, claro, era que además de Calibre, tampoco se me actualizaban otros paquetes, quedando la actualización en una especie de coitus interruptus que no me gustaba nada. Me ponía muy nervioso ver que con cada apt-get que hacía, me salían un montón de paquetes que no se podía actualizar por haber retenido Calibre.

Como con el tiempo no se solucionaba el problema, y el sistema se empeñaba en desistalar Calibre, le concedí el deseo, y le dejé hacer y deshacer. Por supuesto, Calibre desapareció, y nunca más se supo.

Investigando, encontré en la página de Debian el motivo. Parece ser que hay una incidencia relacionada con un archivo de Calibre, cuyo código fuente no ha sido facilitado. La respuesta de Debian, eliminarlo de los repositorios de testing. He aquí el anuncio:


Que Debian no tolere la vulneración de sus condiciones para acceder a sus repositorios es algo que les honra, puesto que en ello va la seguridad y privacidad de los usuarios, pero también es verdad que no se trata de una aplicación cualquiera, y dejar a los usuarios de testing sin Calibre, sin ni siquiera dar la opción de trasladarlo a los repositorios non-free, aunque sea temporalmente mientras se da una solución al problema, me parece una decisión nada afortunada, y que puede provocar frustración en más de un usuario no avanzado. Y después, que si linux es muy complicado y todo eso...

Por mi parte, la solución que he tomado ha sido instalar desde la página oficial de Calibre. Aunque en dicha página, en la sección de descargas para linux, se dice cómo instalar con un solo comando, la verdad es que me no me apetece tener que instalar certificados y demás, así que explico cómo lo he hecho con tan sólo dos comandos, por si le interesa a alguien:

1.-) Descargar el script para instalar Calibre:

wget  https://raw.githubusercontent.com/kovidgoyal/calibre/master/setup/linux-installer.py

2.-) Instalar Calibre (EJECUTAR COMO ROOT):

python linux-installer.py

El script se encargará de bajar el paquete y de instalarlo. Cuando termine, ya volvemos a tener Calibre a nuestra disposición.

A leer se ha dicho.

sábado, 5 de mayo de 2012

¿Sueñan los españoles con libros electrónicos?

Aunque se suele afirmar que el saber no ocupa lugar, las varias décadas de acumulación de libros y más libros me han demostrado que tal afirmación no es del todo cierta. Todos estos años de pasión por los libros y lectura intensiva han hecho que hoy en día sea el orgulloso propietario de una librería bastante bien nutrida pero, lamentablemente, la casa da para lo que da y ya no queda estantería, armario o hueco libre para más de esos grandes amigos que esperan.

A finales del año pasado tomé la decisión de adoptar el libro electrónico como solución a la falta de espacio. Reticente en un principio, y firme defensor del contacto con el papel, no obstante las constantes buenas críticas respecto de ebook hizo que me decidiera por probar.

Todo esto ocurrió las pasadas fiestas navideñas, y con ahora cuatro meses de experiencia puedo afirmar sin miedo a equivocarme dos cosas: una, que el libro electrónico es a día de hoy imparable; y dos, que, como siempre, hemos entrado en el mercado tarde, mal y nunca.

Ya hace años que podemos ver en el mercado diversos aparatos destinados fundamentalmente a la lectura de libros electrónicos, pero fue a partir del 2007 cuando la multinacional Amazon reventó el mercado ofreciendo a un precio asequible su primer dispositivo Kindle, con una importante oferta de ejemplares para comprar y descargar.

Estamos hablando, querido lector, del año 2007. Y mientras, en España seguíamos enviando catálogos a casa como hace treinta años. Como mucho, alguna gran librería - y alguna que otra especializada excepción - ofrecían la venta por internet, pero no era lo común, y siempre se trataba de ejemplares editados en papel. Sentados en su poltrona, las grandes editoriales veían cómo mucha gente se lanzaba en masa a comprar el aparato que ofrecía Amazon pero sin mucha preocupación. Al fin y al cabo, era cosa de frikis y los libros disponibles, en su gran mayoría, no estaban traducidos al español. La estrategia que se siguió fue la de siempre: seguir exprimiendo el caduco sistema de librería física ignorando la ventolera innovadora que se avecinaba.

Pero he aquí que, en el año 2011, Amazon decide entrar en el mercado español como un elefante en una cacharrería. Y lo hizo a lo grande: ofreciendo un lector de gran calidad y a un precio muy inferior al de las opciones que entonces estaban disponibles en el mercado, y con una buena oferta de libros en español, a bajos precios e incluso gratuitos, gracias en gran parte a autores que venden directamente y también a la comunidad, a la que han tenido el acierto de integrar. Y los de la poltrona, los únicos que, desde su aislado palacio dorado, no habían querido ver el inevitable cambio en el mercado, se vieron obligados a sacar deprisa y corriendo al mercado sus alternativas.

Por eso de probar, los Reyes Magos me ofrecieron la apuesta de La Casa del Libro, Tagus. Fue descorazonador ver cómo intentaban calzar un aparato preparado con prisas y con un firmware chapucero y sin probar, que se colgaba al pasar de página y que sólo era capaz de conectarse a redes wifi abiertas. Expuestos los problemas tanto al servicio técnico como a los propios empleados de la tienda, la única solución ofrecida fue que "saldrán actualizaciones próximamente" pero, dado que el vendedor solamente ofrecía unos estudiadísimos siete días de prueba - mínimo por ley cuando en fechas navideñas, lo normal, es conceder un plazo hasta después del 6 de enero -, decidí devolvérselo a sus majestades y que esperen ellos a que se actualice y a que sirva para lo que se supone que sirve. Supongo que, en la actualidad, esos problemas se habrán resuelto pero, al menos en lo que a mí respecta, ya es demasiado tarde.

A lo anterior, además, hay que añadirle que los libros descargados no se almacenan en la memoria visible del dispositivo, sino que se guardan en una partición oculta, no accesible, y en la "nube", a la que el usuario puede acceder mediante contraseña. Para conservar una copia física del libro electrónico hay que poseer un código y, además, tener instalado, obligatoriamente, la porquería de Adobe Digital Editions, que sólo está disponible para Windows y para Mac. El usuario de Linux no tiene derecho a su copia aunque la haya pagado. Pues adiós y santas pascuas.

Los reyes magos, visto lo ocurrido, lo intentaron de nuevo con el Kindle de Amazon, todo un ejemplo de buen hacer y que me ha dado y sigue dándome muchas satisfacciones. Y todo un detalle que, una vez comprado el libro, el lector descargue y guarde el archivo tal cual en la memoria del dispositivo, del que se puede guardar copia donde uno quiera. Para que aprendan los caciques de la propiedad intelectual.

Los libros electrónicos

Cuando uno se pone a estudiar la oferta existente, se le cae el alma al suelo. Una vez hecho el ridículo con los lectores, no podemos dejar las cosas a medio hacer así que, consecuentemente, ponemos a disposición del cliente una oferta ridícula y con precios astronómicos, no vaya a ser que, después de todo, tengan éxito.

Las editoriales siguen sin bajarse del burro y siguen sin creer en el futuro del libro electrónico. Sólo así puede entenderse que las novedades, por norma general, no tengan su equivalente en formato electrónico o, de tenerlo, se vendan a un precio muy poco por debajo del formato en papel. En algunos casos, incluso, se le da al libro electrónico el mismo trato que a la edición de bolsillo, que sale al mercado pasado un tiempo. Ejemplo de esto está en, por ejemplo, el último libro de Almudena Grandes, "El lector de Julio Verne", el cual, a fecha de redacción de esta entrada, no dispone de edición digital ni en Amazon, ni en La Casa del Libro. En el caso de "Caballo de Troya 9" de J. J. Benítez, el formato electrónico se vende a unos miserables 6 euros por debajo que la edición más cara en papel (ver en Amazon, y en La Casa del Libro). Una desvergüenza.

En este estado de cosas ocurrirá lo inevitable: la demanda existe y exige, y no se le da respuesta. La salida se la darán los propios demandantes, y luego vendrán los pucheros y las pataletas de los miopes y los manipuladores del mercado; y exigirán protección, y leyes represoras, y blindaje de sus privilegios. Y luego apelarán al patriotismo, al "compra a empresas españolas"; y luego caerán, y sólo les quedará mirar desde muy abajo a los que inventaron, a los que innovaron, a los que arriesgaron y a los que supieron escuchar; a los que tratan mejor al cliente estando en la otra punta del mundo que los que están a la vuelta de la esquina.

Una mierda para todos ellos, y que se la limpien con todo su papel.

domingo, 14 de agosto de 2011

Abrir notificaciones LexNet en Linux.

Cuando la administración pública manifestó a los cuatro vientos que implementaría los estándares libres en su funcionamiento, muchos tuvieron un ataque de euforia, y se imaginaron al funcionariado utilizando sudo entre café y café y quemando en piras gigantescas todas las copias de Windows, Microsoft Office y cualquier otro programa cuyo código no pudiera auditarse por el propio administrado. ¡Viva la revolución!

Pero lo cierto es que, a día de hoy, y salvo honrosas excepciones como la Agencia Tributaria, la administración pública sigue diciendo Diego donde dijo digo, y la adopción de estándares libres en ámbitos de los que no dependen tanto los oros del Estado es manifiestamente chapucera, cuando no inexistente. Claro que habrá quien diga que muchas oficinas públicas siguen usando el papel y el bolígrafo, los estándares más universales y extendidos hasta la fecha. A lo mejor era a eso a lo que se referían, y fuimos nosotros los que lo entendimos mal.

Un ejemplo claro de lo dicho es lo que se conoce como LexNet que, para quien no lo sepa, es un sistema de notificación telemática de resoluciones judiciales. Dejando de momento al margen los problemas de implementación que, en la actualidad, ocasiona el hecho de utilizar para su funcionamiento ActiveX - y que supone que nadie que maneje Linux o Mac OS, o simplemente otro navegador que no sea Internet Explorer, pueda usarlo - me centraré solamente en el acto de la notificación de las resoluciones judiciales.

Cuando un juzgado dicta una resolución, ésta es notificada vía LexNet a los abogados y procuradores. El problema es que el archivo de la resolución, que llega a los mencionados profesionales vía telemática, suele tener el formato RTF o, en otros casos, DOC, dos formatos propietarios de Microsoft. En principio esto no debería suponer ningún problema más allá del incumplimiento del compromiso de la administración pública de usar estándares abiertos, pues muchas aplicaciones ofimáticas propias de Linux (OpenOffice.org, LibreOffice o AbiWord) pueden leer y escribir dichos formatos casi sin problemas. Pero obsérvese que he dicho "casi", y como en España somos muy dados a cumplir a rajatabla la Ley de Murphy, si algo puede hacerse mal, se hará mal.

El problema es que esos documentos RTF o DOC contienen algún tipo de objeto, macro o lo que sea que hace que toda la cabecera de la resolución sea ilegible para cualquier aplicación que no sea Microsoft Office. Y como una imagen vale más de mil palabras, sea, pues. En teoría, un documento de LexNet debería verse así:


Pero, lamentablemente, al abrirlo con LibreOffice, OpenOffice.org o AbiWord, lo que aparece es esto:


Como se puede ver, desaparece toda la información relativa al órgano judicial que dicta la resolución, así como a los datos que hacen referencia al tipo de procedimiento, el número de autos y las partes. A mi juicio, todo un ataque al derecho de defensa, pues obliga a tener software propietario al destinatario si quiere recibir en condiciones óptimas información tan vital como la relativa a un proceso judicial. Claro que hablamos de abogados y procuradores, profesionales que, y bien lo saben todos los cantamañanas de este país, tienen miles de millones, muchos robados, y los pocos que no, sin declarar; pero no se trata de que puedan o no pagar una licencia de Windows y otra de Office, sino de la libertad que implica trabajar con el sistema operativo que a cada uno le dé la gana, sin que ello suponga un menoscabo de los derechos como ciudadano.

SOLUCIONES

Como no soy experto informático, desconozco a qué se debe el problema: si a una chapuza de los desarrolladores de LexNet, a los programadores de las aplicaciones utilizadas para escribir las resoluciones judiciales, o a una incapacidad de los colaboradores de las suites ofimáticas de código abierto para lograr una total compatibilidad con los formatos mencionados. No obstante, intentaré dar una solución que permita compatibilizar LexNet con sistemas no Windows o, más concretamente, con Linux.
 
- Solución 1: Google Docs.

Una solución rápida la da Google Docs. Aquellos que tengan una cuenta de Google, puede utilizar dicha aplicación para importar el documento recibido y, una vez abierto, descargarlo en PDF o cualquier otro formato que le sea más cómodo. La ventaja de este método es que no requiere la instalación de software adicional. Como contrapartida, exige una conexión a internet y una cuenta de Google. Además, puede resultar algo tediosa si se reciben muchas notificaciones vía LexNet, pues exige la introducción de contraseñas, la subida de archivos "a la nube", la descarga en PDF y, para evitar problemas con la Agencia Española de Protección de Datos, el borrado de los archivos de los servidores de Google una vez terminada la faena.

- Solución 2: Wine.

Para aquéllos que no dispongan de una cuenta de Google o, simplemente, prefieren realizar todo el proceso con su ordenador, hay otro método que requiere la instalación de aplicaciones adicionales, pero con la ventaja de que la conversión se hace más rápidamente y con mayor comodidad que con Google Docs. Hasta el día de hoy, no he encontrado ninguna aplicación de Linux que consiga leer correctamente las notificaciones de LexNet, así que necesitaremos Wine, y un programa llamado Microsoft Word Viewer. Sí, es de Microsoft, para Windows y no es libre; pero, al menos, es gratuito. Vamos allá.

Wine es una aplicación que permite ejecutar programas de Windows en Linux. Para instalarlo, se pueden bajar los paquetes desde la página oficial, aunque es preferible añadir los repositorios al archivo sources.list. Para Debian, existen los repositorios de Lamaresh, que añadiremos siguiendo los siguientes pasos (basados en las instrucciones de Lamaresh):

1.- Abrimos un terminal.
2.- Como root, escribimos gedit /etc/apt/sources.list.
3.- Dando por hecho que utilizamos la última versión estable de Debian (a fecha de este post, Squeeze), añadimos la siguiente línea al archivo: deb http://www.lamaresh.net/apt squeeze main
4.- Guardamos los cambios y cerramos Gedit.
5.- Sin salir del terminal, añadimos las firmas de Lamaresh con la siguiente orden: wget http://www.lamaresh.net/apt/key.gpg && apt-key add key.gpg.
6.- Actualizamos las fuentes: aptitude update (o apt-get update, si se prefiere).
7.- Instalamos Wine: aptitude install wine (o apt-get install wine, si se prefiere).
8.- Una vez finalizada la instalación, cerramos el terminal. Ya tenemos Wine instalado.

Ahora tenemos que instalar Microsoft Word Viewer. Para ello, nos descargamos la última versión desde la página oficial. Después de la descarga, ejecutamos el archivo EXE. Aceptamos la licencia y seguimos los pasos que nos indique el instalador.

Hasta aquí, lo más difícil. Todo lo explicado hasta ahora sólo hay que hacerlo una vez, pues son los pasos para instalar el software adicional que nos permite abrir las notificaciones de LexNet.

A partir de ahora, podemos abrir cualquier archivo RTF o DOC que nos llegue vía LexNet con todas las cabeceras. En Gnome, pinchamos con el botón derecho del ratón sobre el archivo en cuestión y seleccionamos Abrir con > Microsoft Office Word Viewer. Nos aparecerá algo así:


Aparece una gran línea negra a la izquierda del documento, donde se encuentra el escudo de España. Para evitar que salga en la impresión, con el gasto de tinta o tóner que supone, dentro de Word Viewer vamos a Herramientas > Opciones. Dentro de la pestaña Imprimir, en la sección Incluir con el documento, quitamos la opción Dibujos.
 

Aceptamos y ya podemos imprimir el documento tranquilamente, bien por impresora o en un archivo PDF. El resultado que se obtiene es algo así:
 

Inevitablemente, se pierde el escudo de la resolución, pero permanece íntegra la información del documento, que es lo que importa. A partir de este momento, ya podemos abrir cualquier documento con Word Viewer e imprimirlo, todo localmente y con programas instalados en nuestro ordenador.

Como conclusión, sólo me queda decir que, lamentablemente, la administración pública sigue faltando sistemáticamente a su propio compromiso de ser tecnológicamente neutral lo cual tampoco supone, en honor a la verdad, ninguna sorpresa. De momento, y para quienes necesiten recibir notificaciones de LexNet en un sistema Linux, he aquí las soluciones que he encontrado, y que dan idéntico resultado, sea cual sea la que se utilice. Ahora, sólo queda que las autoridades públicas, o los desarrolladores de los programas implicados, den una solución a este problema que permita un uso total y completo de programas nativos de Linux y, si es posible, libres. Por supuesto, alguien con más conocimientos que yo puede dar una solución mejor a las propuestas. Para eso sí que sois libres de intentarlo.

Microsoft® y Windows® son marcas registradas de Microsoft Corporation. 
Abiword™  es una marca registrada de Dom Lachowicz.

viernes, 20 de mayo de 2011

La nueva Reconquista.

Dice un proverbio árabe que "cuando vayas a decir algo, procura que tus palabras valgan más que el silencio". Más de un año ha que no escribo nada en esta mi humilde bitácora, pero el motivo no ha sido otro que el expresado por el mencionado proverbio; ése, y que otros motivos me han mantenido lo suficientemente ocupado como para no poder dedicarle tiempo a este espacio de reflexión personal.

Sin duda alguna, el tema estrella en todo este tiempo de silencio ha sido la omnipresente crisis, que como los cuatro jinetes del apocalipsis, cabalga por el mundo extendiendo toda clase de miserias. Y que Dios no coja confesados. La llamada crisis económica, o más recientemente, crisis del Euro es en realidad la constatación del fracaso del sistema neoliberal, del capitalismo salvaje que en las últimas décadas ha inspirado las políticas económicas de los llamados Estados desarrollados. Pero lo que podría haber sido una crisis financiera más, ha acabado degenerando en una crisis social y política comparable a la que allá por los años 90 afectó a los regímenes comunistas en general, y a la Unión Soviética en particular.

La sistemática destrucción de los Estados como entidad soberana en favor de entidades supranacionales de corte claramente antidemocrático (léase Unión Europea y las reiteradas votaciones en Irlanda en relación con el tratado de Lisboa "hasta que votaron lo correcto"), la renuncia de esos Estados a controlar los recursos estratégicos de sus economías (energía, comunicaciones, alimentos básicos) sirviéndolos en bandejas de plata a "los mercados", la descalificación y desprestigio de todo aquél que no seguía la doctrina oficial y avisaba de lo que venía ("euroescépticos", los llamaban), y la pasividad de los organismos de control económicos ha dado lugar a que los especuladores hayan visto todo un monte lleno de orégano al que han reducido a la nada como si del caballo de Atila se tratase. Y es que el neoliberalismo, que defiende a ultranza la autorregulación de los mercados, se basa en la misma falacia que cualquier sistema utópico: todo el mundo es bueno. Pero no todo el mundo es bueno, y quien pudo vender por el doble vendió por el doble, y quien pudo estafar por el triple así hizo, y de ese modo se inflaron los alimentos, la vivienda, la energía, todo; hasta que reventó.

Las consecuencias de todo ello fue un espanto general que los políticos intentaron paliar con una reforma integral del sistema financiero, al que echaban la culpa de la situación. Esta postura no buscaba otra cosa que redirigir la indignación popular hacia quienes habían sido sus colegas de trapicherías los últimos años, en un movimiento que se les da muy bien a los profesionales de la política. Pero traicionar a los padrinos tuvo sus consecuencias: los estados, despojados de su poder y de su autoridad para controlar la economía, ya no fueron capaces regular nada y los especuladores llevaron a cabo un golpe de estado sin precedentes en la historia: nada menos que hacerse con el control de la Unión Europea y los Estados miembros y forzarles a tomar medidas que sólo les favorecen a ellos. Y para que se dieran cuenta de que iban en serio, no dudaron en arruinar y dejar sin valor países enteros para luego comprarlos a precio de saldo y ganar dinero con la ruina de sus habitantes. Grecia, Irlanda y Portugal sucumbieron a la ira de Don Dinero. Y ahora ya no es que se le vean las orejas al lobo, sino que tienen bien clavaditos sus colmillos en los riñones. Desde ahora, el poderoso caballero, "los mercados", son los que mandan e imponen que un país se debe dirigir como una empresa y no como un ente que mira por el bien de sus ciudadanos, depositarios de la soberanía. Un ciudadano es igual a un empleado: un número, un gasto; y se acabó el estado del bienestar. ¿Qué es eso de pagar una sanidad pública, o dar pensiones y subsidios, o ayudas a esto o a lo otro? Como en una empresa, se busca el superávit rápido, el pago inmediato de lo que se debe, eliminando lo que no importa (servicios sociales, derechos) y exprimiendo la mano de obra que, encima, debe ser lo más barata posible (jubilación a los 67, subida de impuestos y de precios de productos básicos, reducción de salarios). El resultado: todos los recursos nacionales a disposición del nuevo dios, beneficios y ayudas para los que más tienen, y jarabe de palo para los demás.

¿Y qué pasa con España? Pues si España se ha salvado de la quema (de momento) ha sido porque, en primer lugar, es aún el refugio de parte de los grandes capos, que no quieren que nadie más que ellos manden en sus tierras, y porque además es donde los grandes partidos políticos se han apresurado con mayor rapidez a agachar la cabeza ante el nuevo amo. Sólo así se explica el giro de 180 grados a la derecha del PSOE, que Rajoy no entienda su propia letra, y que se haya producido el mayor recorte social de la historia de la joven democracia española. Y "los mercados", contentos, nos han dejado de momento en paz. Y es que la granja orwelliana en la que se ha convertido España "está haciendo bien los deberes". Bienvenidos a la cerdocracia.

Tenemos a la dictadura del capital que controla a la clase política, haciendo alternar las siglas del poder según conveniencia; convirtiendo la enseñanza, la cultura y, en consecuencia, el pensamiento crítico en un derecho exclusivo de su clase, mientras los demás somos condenados a una perpetua y dócil ignorancia; imponiendo su neolengua (miembra, monomarental) y utilizando su policía del pensamiento para coartar la libertad de los nuevos esclavos; y utilizando el constante doblepensar para confundir al populacho, para hacerle creer que lo que ve es mentira y que lo que es mentira, a fuerza de repetirla una y otra vez, de forma incansable, es verdad; para decir que una protesta gestada en las redes sociales es buena si ello pone en bandeja nuevos territorios que esquilmar (Egipto, Libia) o, al contrario, es mala si con ello se liberan territorios conquistados (España).

Pero he ahí que una reacción inesperada del pueblo no tan ignorante, no tan dócil, no tan indolente, les ha pillado por sorpresa. Y les ha entrado el miedo. Primero, escondieron la cabeza bajo tierra y lo ignoraron; después se dieron cuenta de que por mucho que lo obviaran ahí estaba, y lanzaron a sus voceros para desprestigiarlos; más tarde, utilizaron la represión y la prohibición, pero tampoco les funcionó; y ahora que no pueden con él, intentan sumarse a él, pero en una unión tan falsa y traicionera como la de las células cancerígenas: infectando, pudriendo, matando.

La nueva reconquista de España está en marcha. Espero que no muera por metástasis, por aburrimiento, por comodidad. Está en nuestras manos volver a recuperar lo nuestro, y que esta vez no dure ochocientos años.

Imagen: "La libertad guiando al pueblo", de Eugène Delacroix. Fuente: Wikimedia.